domingo, mayo 07, 2006

Anécdotas de mi niñez

Teníamos entre ocho y doce años, éramos una banda de cuatreros, siempre metidos en alguna travesura, allí, en donde el diablo seguramente no perdió el pocho, sino que se lo robó algún chango tucumano cuando paró bajo un higuera para disfrutar un poco del calor que lo hacía sentir como en su casa. La zona estaba plagada de matorrales y arboleda, cañaverales y changos que se escapaban a la hora de la siesta para ser recibidos por sus padres con alguna paliza por la escapada a la hora de tomar la leche.Mis hermanos y yo pasábamos uno meses de vacaciones en el monte, en la casa de Tito, mi abuelo, y abuelo de cada chango del monte que cruzaba su puerta, no por lazos de sangre sino por cuestiones del corazón. Habremos sido más de 15 changos de pies descalzos amantes de los higos y de mascar caña de azúcar que caía de los carros a caballo que la transportaba, nos agazapábamos en el pasto y esperábamos a que se cayera una caña y cuando el carro estaba lo suficientemente lejos corríamos y repartíamos la caña entre todos saborenado el dulce néctar de la aventura.Debo decir que la vida allí era realmente toda una aventura: casas de adobe y caña; techos de paja y pisos de tierra; verduras de la quinta, pollos y frutos de los árboles; y, para completar el cuadro sin luz eléctrica y con una letrina en el fondo de la huerta, allá donde terminaba el gran terreno y el cañaveral hacía oir su gemido eterno en las noches de viento iluminada solo por la luna y las estrellas.Ese día estuvimos toda la tarde juntos, corriendo, jorobando al abuelo, jugando a la pelota y comiendo higos. Se había hecho tarde y la Iguana (una chinita flaca y desgarbada) y su hermano ya debían volver a su casa ya que seguramente iban a ser castigados por llegar tan entrada la noche. Por eso, y para continuar los juegos decidimos acompañarlos.La luna iluminaba nuestro paso y entre el espeso monte caminabamos molestándonos y demorando lo más que podíamos. Pero algo llamó nuestra atención, un crash cerca nuestro que retumbó en la espesura y nos llamó a silencio, luego nada. Nos reímos de nuestro propio silencio y continuamos. Otra vez crash, crash, crash, esta vez más cerca, se oyó como las ramas se quebraban en una zona donde los duendes, la luz mala y la parca andan tranquilos mientras los pobladores estan en ascuas tratando de no encontrarlos. Nuestro silencio fue más profundo y largo que el anterior y nuestros pasos mucho más cautelosos. Algo estaba allí, cerca nuestro, algo nos vigilaba.Crash, crash, crash y un grito agudo desgarró nuestro silencio y las ramas comenzaron a romperse cada vez más cerca, cada vez más fuerte acelerando nuestro corazón y obligándonos a correr a los gritos para alejarnos de aquello que sin duda iba tras nuestro. Corrimos esparcidos por el monte y a Dios gracias salimos todos bien, terriblemente asustados y temblorosos, tanto que el padre de la Iguana nos aompañó de vuelta tomando el camino largo.Te preguntarás ¿qué fué lo que nos persiguió esa noche? Y bueno, lo supimos el día siguiente: una chancha había tenido cría en el monte y por si no lo sabes son muy malas cuando alguien se acerca a ellas, dicen que algunas llegan a lastimar a quienes se les acercan. Al saberlo nos morimos de risa y nuestros padres más aún, sabiendo que lo que nos pasó fué por desobedientes. Lo peor es que todavía se me pone la piel de gallina al recordarlo, ese grito fué mortal. Por eso,´arreglando un poco el dicho de Les Luthiers: ¨Si la montaña viene hacia ti… ¡Corre! Es una chancha!¨
...........................Final.................. ..................................

Bueno, como no se ocurría nada para un juego literario de 3dgames recordé esta anécdota.

Un abrazo y gracias por compartir pedacitos de mi vida, espero les haya gustado.

Cariños y paz.

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Pd: es bueno urgar los baúles olvidados y sacar algo bueno que compartir, no todo pasado fué mejor, pero algunas cosas son dignas de ser recordadas.

2 comentarios:

Héctor Villa dijo...

Hola.
Es bueno saber que desempolvaste tu blog, tambien es lindo recordar los colores, olores y sabores de la niñez cargada de inocencia, cuando "el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre". Lindo post.
Abrazos.
H.

Beatriz del Carmen Ruiz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.